Todos y cada uno de nosotros hemos oído más de una vez en nuestra vida que el desayuno es la comida más importante del día.
Y realmente no se sabe muy bien si es cierta o no, lo único que está claro es que hay personas que disfrutan empezando el día con un zumo natural, unas tostadas y un cremoso café y, por otro lado, hay gente que tiene el estómago cerrado hasta media mañana.
En definitiva, lo que tenemos no es más que una decisión personal y de cada uno: desayunar o no desayunar.
Y ya no se trata de gustos, tradiciones o elementos culturales, es algo metabólico. Por tanto, para responder a qué es mejor, si empezar el día comiendo algo o no, no hay una respuesta genérica que se aplique a todas las personas.
Beber agua para hidratarse después de hacer ejercicio sí que puede ser una recomendación universal, igual que no fumar o dormir las horas necesarias. Pero en el tema de desayunar es imposible hacer una recomendación para todo el mundo. Por eso es importante entender que no es más importante que otras comidas del día, posee exactamente la misma relevancia para nuestro cuerpo.
Lo que hay que preguntarse no es si una determinada comida es buena o mala, sino el conjunto de elementos que componen nuestra rutina de alimentación. Otra afirmación similar a la relacionada con la importancia de desayunar es la que nos dice que hay que comer cinco veces al día y, de nuevo, tenemos que para y reflexionar que cada persona es una mundo y posee unas necesidades determinadas y únicas, sin necesidad de que sea una norma comer cinco veces al día.
En definitiva, lo que realmente es importante no es cuándo se come algo sino cuánto y de qué calidad nutricional.
Tu decisión depende de tu ritmo de vida
Si eres un deportista y tu rutina de entrenamiento consiste en varias horas de ejercicios y preparación durante la mañana, lo normal es que necesites desayunar para poder alcanzar tus objetivos y conseguir dar lo mejor de ti.
También es evidente que un desayuno para una persona normal ha de ser diferente que para un ese deportista de élite, ya que las necesidades y gasto energético no son en ningún caso parecidas.
El desayuno es una elección que debe ir en consecuencia con las necesidades del cuerpo. Si uno se levanta con hambre por la mañana es recomendable comer algo, pues el cuerpo nos está diciendo que le falta energía. Lo mismo ocurre, al contrario, comer por comer, tampoco es lo óptimo para nuestra dieta.
El cuerpo es sabio y conoce perfectamente nuestras necesidades. Al igual que la recomendación de beber 2 litros de agua al día demasiado genérica, pues cada persona debe beber lo que el cuerpo le pide cada día, desayunar debe ser una elección que depende de cada persona.
El desayuno y el ayuno intermitente
La persona que deja de desayunar no está haciendo un ayuno intermitente. Ya hablamos en su día de los pros y contras de esta técnica y de sus detalles y características más importantes en otro artículo reciente, pero debemos tener claro que el ayuno intermitente es una cosa y no desayunar es otra.
El ayuno intermitente cosiste en consumir alimentos exclusivamente durante un periodo de tiempo, dejando de hacerlo durante otro. Se puede organizar por horas o por días, según las necesidades y el metabolismo de cada uno. La clave es que durante ese ayuno no se ingiera alimentos ya el objetivo es que el cuerpo tire de las reservas que tiene y, sobre todo, que lo que se coma sea saludable y equilibrado.
¿Cuál es el desayuno perfecto?
Como cualquier comida, el desayuno tiene que ser equilibrado, saludable y variado. Estos tres elementos podrían considerarse la base para que la primera comida del día sea ideal.
Introducir variedad en el desayuno lo hará atractivo y aportará lo que el cuerpo necesita para empezar el día con buen pie. Los expertos en nutrición y los profesionales del sector recomiendan que se intente integrar algún cereal, productos lácteos como leche o derivados y también, como no, alguna pieza de fruta.
Para completar el desayuno ideal se le pueden añadir otro tipo de productos: huevos, jamón, zumos naturales sin azúcar añadido, yogurt…
Si se desayuna, hay que hacerlo bien. Sobre todo, en niños y adolescentes que pasarán la mañana fuera de casa y necesitan ese aporte calórico para aguantar sin problemas.
Pero, realmente, el desayuno ideal es aquel que cuadre con las necesidades vitales y nutricionales de cada uno. Obligar a un niño que no quiere desayunar a hacerlo es contraproducente, pues realmente quizá su cuerpo no necesite en ese momento más alimento. Es mejor prepararle un tentempié para un poco más tarde.
Encontrar el punto de equilibrio de nuestra dieta puede no ser fácil, pero no hay que dejarse llevar por modas o costumbres previamente establecidas.
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