En el mundo se tira o desperdicia el 40% de la comida. En España la cifra es de un 18%. Números que arrojan una triste realidad: nuestra sociedad no está concienciada respecto a este problema global.
Que no se aproveche un tercio de la producción mundial de alimentos es un enorme desequilibrio y un coste de millones de euros al año. Verdaderamente, nos enfrentamos a un reto de enormes dimensiones: concienciar a la población sobre la lucha contra el desperdicio de comida y el impacto enorme y real que tiene sobre el medio ambiente.
¿Cómo se combate este problema? Pues empezando por la divulgación y siguiendo por mejorar nuestros hábitos de consumo cotidianos.
No al desperdicio de comida: nivel consumidor
La concienciación sobre los efectos que nuestra especie provoca en el planeta es cada vez mayor. Ya poca gente puede dudar del problema que supone para el futuro de los seres humanos el cambio climático.
Pero no todo está perdido, aún. Hay actos cotidianos que, si nos acostumbramos a hacer, pueden ayudarnos a no tirar comida que perfectamente puede ser consumible y dar un pasito más en la lucha para un mejor equilibrio medioambiental.
Planear la compra
La lista de la compra de toda la vida puede ayudar a combatir el desperdicio de comida. Solemos comprar de más. Y lo hacemos en cualquier tienda, ya sea de alimentación, de deportes o en un kiosko. “Iba a por cuatro cosas y vengo con la bolsa llena.” ¿Quién no ha dicho esto alguna vez? Y el problema está en que compramos con los ojos.
Si nos organizamos bien, llevamos un control de lo que tenemos en casa y lo que vamos necesitando semanalmente estaremos mejorando día a día en no comprar alimentos que, en unos días o semanas, podemos tirar por no haberlos consumido.
Entender las etiquetas
Es muy importante saber que no es lo mismo una fecha de consumo preferente que de caducidad. Cientos de veces a lo largo del año tiramos comida que aún se puede comer, simplemente porque ya hemos pasado su fecha de consumo preferente. ¡Error! Saber diferenciar estas fechas que traen los alimentos que compramos en el supermercado es de vital importancia para la lucha contra el desperdicio.
Algunos ejemplos que seguro no sabías: un yogurt puede consumirse dos semanas más desde su fecha de consumo preferente; los frutos secos, un mes. Las galletas para desayunar, tres meses; y el café, ¡un año!
Almacenar de manera efectiva los alimentos
Ya sea en la despensa o en la nevera, la colocación de los alimentos es importante. Hay que saber muy bien la comida que se debe meter en frío, aquella que se mantiene a temperatura ambiente o la que se puede congelar.
Usar sentidos para combatir el desperdicio
Antes de tirar un alimento hay que olerlo, tocarlo y probarlo si es posible. Si nos fiáramos solo de la vista nuestro día a día mal nos iría. Tenemos más sentidos; usémoslos.
A la hora de decidir si una pieza de fruta, una patata o una cuña de queso ya no es comestible hay que pararse un segundo y, como decíamos, no fiarse únicamente de en lo que nuestros ojos ven. Hay que comprobar si tiene el aspecto habitual, se debe oler para encontrar cambios de aroma y probarlo, porque puede que siga manteniendo su sabor intacto. Siguiendo estos tres sencillos y rápidos pasos se podría no desperdiciar una gran cantidad de alimentos.
No al desperdicio de comida: nivel distribuidor
Es una de las máximas de masymas supermercados. Al trabajar estrechamente con productores locales sabemos del esfuerzo, sacrificio y trabajo que conlleva obtener un producto de calidad. Por eso siempre tenemos en mente trabajar y mejorar los procesos relacionados con el desperdicio de comida. Una de las acciones que más satisfacción y resultado está dando es la colaboración con la aplicación Too Good To Go.
Se trata de una excelente herramienta contra la lucha del desperdicio de comida. Hace unas semanas, Helena Calvo, miembro del equipo de comunicación de esta empresa de origen danés, nos hablaba en nuestro podcast Queremos ayudarte! de la fuerte y exitosa alianza entre masymas supermercados y Too Good To Go en la lucha contra el desperdicio de alimentos.
La fórmula es sencilla: el usuario que se descargue y registre en la APP móvil podrá adquirir alimentos en diferentes packs sorpresa que, por la causa que sea, ya no pueden venderse en masymas supermercados. De este modo, conseguimos aprovechar y no tirar ese excedente de comida diario.
”masymas fue la primera cadena de supermercados en aliarse con Too Good To Go a nivel nacional
Helena CalvoImpact Projects Manager de Too Good To Go
Cuenta Helena, en el capítulo de nuestro podcast sobre cómo combatir el desperdicio alimentario y el aprovechamiento en la cocina a través de Too Good To Go, que gracias al trabajo conjunto con masymas supermercados se han conseguido distribuir cerca de 90.000 packs desde el comienzo de la colaboración.
Esa cifra de packs equivale a un ahorro de 225.000 kilos de emisiones en C02. Traducido a un ejemplo cotidiano y que todo el mundo pueda entender de las dimensiones que hablamos: equivaldría a unos 39 millones de cargas de tu teléfono o a 244 vuelos Madrid Nueva York.
Una concienciación global
No solo hay que hacer un esfuerzo a nivel de consumidor final y en los supermercados. La apuesta por educar a la población en aprovechar mejor la comida tiene que empezar en las escuelas.
Los colegios e institutos son la base para conseguir que en un futuro cercano el desperdicio de comida ya no sea una problemática tan mayúscula como ahora. A través de diferentes programas, ejemplos y recomendación de buenos hábitos se puede sensibilizar a los jóvenes.
También hay que hacer labor de divulgación en el sector de la restauración, en parte industrial de la cadena de valor y también en el transporte de los alimentos desde su origen a los supermercados. Incluso en el propio núcleo de la producción – como el campo – donde puede existir pérdidas de alimentos por infinidad de razones.
El desperdicio de comida es un problema global, por lo que la solución debe englobar a todos los agentes dentro de la cadena de valor del sector alimentario. Desde su origen en los campos donde se recoge la materia prima hasta el consumidor – bien sea una familia o un restaurante –, pasando por las fábricas, el transporte y los comercios, grandes y pequeños, que venden esos productos. Sin olvidarnos del fomento de programas de concienciación en las escuelas.