Cocidos, crudos o gratinados. También se pueden emplear como aderezo en elaboraciones complejas, tales como: mayonesas, aceites aromatizados o salsas, que forman parte de tradicionales guisos de pescado. Sea como fuere, el erizo de mar u oricio, como se conoce más comúnmente en nuestra región, es uno de los productos del mar más apreciados y que gozan de mayor popularidad.
Su atractivo aumenta entre los meses de noviembre y abril, donde son más abundantes las huevas que albergan en su interior, aprovechadas ahora por la industria conservera para ser comercializada bajo el nombre de «caviar de oricios».
Precisamente son esos pequeños gajos similares a los de una naranja, adheridos a la pared interior del equinodermo, el manjar que todo aficionado aspira a degustar una vez retira las espinas y se deshace del quebradizo coral que lo envuelve.
Sin embargo, además de sus propiedades organolépticas, el erizo de mar u oricio, ha experimentado en los últimos años una creciente demanda en el mercado por sus propiedades nutricionales. De hecho, antiguamente su consumo en los pueblos pesqueros se debía a sus propiedades medicinales.
Se trata de un alimento hipocalórico, prácticamente libre de grasas y con un aporte proteico importante, proporcionando en su ingesta la mayoría de aminoácidos esenciales. También aporta minerales (yodo, hierro y fósforo principalmente), además de vitamina A, indispensable para la salud de la piel y para prevenir un buen número de enfermedades relacionadas con la vista.
Por todo ello se ha convertido en un alimento atractivo para deportistas interesados en desarrollar masa muscular, así como en una ayuda esencial para la prevención del hipotiroidismo y el tratamiento de anemias ferropénicas.
El oricio aporta también importantes cantidades de potasio, ayudando así a rebajar suavemente la tensión arterial. No hay que olvidar el saber de las gentes de las zonas costeras, que siempre indican que no hay mejor remedio para los problemas de estómago, desde la acidez hasta una gastritis.
El propio Julio Camba, periodista y escritor gallego, amigo íntimo de Melquiades Álvarez, con quien compartía mesa en su casa de Somió, afirmaba en su “Casa de Lúculo”:
“El erizo es un extracto de mar, un hálito de borrascas, una esencia de tempestades. Al primero que uno se toma, la boca no se le hace simplemente agua: se le hace agua de mar con todos los olores y sabores marinos. Y después de tomarse quince o veinte docenas-porque el tomar ese marisco no es comer ni beber, sino respirar en pleno Océano- la langosta le sabrá a uno a galápago y las mejores almejas a neumático de automóvil”.